Llorar a chorros, llorar la digestión, llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo. Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas, llorarlo por el ombligo, por la boca. Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar improvisando, de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!
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